Al erigir una empalizada de 140 espacios, quizá sin proponérselo, Twitter sentó las bases de la comunicación en tiempo real. Y condenó a sus ciudadanos a ejercer la condición menos admirada de toda la red: la brevedad. Para modificar esta restricción, algunos expertos en tecnología proponen duplicar la cantidad de caracteres. Pero otros pugnan por dejar todo como está.
El encargado de encender la mecha fue el reconocido periodista Farhad Manjoo, especialista en medios tecnológicos y autor de numerosos libros. Desde su columna semanal en la revista Slate cuestionaba “¿Qué se puede decir en 140 caracteres?, no mucho”.
Su argumento es que la métrica de 140, anterior al surgimiento de los teléfonos inteligentes, funcionó correctamente para actualizar el estado de un usuario.
“Estoy por salir” , “ te espero a las 10” , “ no voy a ir” . Pero esta dejo de ser la orientación correcta.
La frase subyacente en 2009 era ¿Qué estás haciendo? , más allá de la consulta de Twitter en su cuadro de texto. Pero actualmente el concepto evolucionó y en su reemplazo uno debe formularse la pregunta ¿Qué está sucediendo? Llegó el momento de dar un paso adelante y cambiar. “Pero tampoco hace falta que el espacio sea ilimitado, porque eso conduciría a la gente a redactar párrafos interminables. Para el contexto actual, lo ideal son 280 caracteres”, dispara Manjoo. Ni más ni menos, duplicar la cantidad.
La principal razón que esgrimen los innovadores es prevenir el malentendido entre usuarios y las conversaciones de circuito reducido. Eso sin contar que en el afán de economizar espacios, se termina mutilando al lenguaje.
Los defensores del perímetro de 140 signos, como cultores de un haiku, apelan a la creatividad que se necesita para darle coherencia a una oración. “La brevedad es el alma del ingenio”, expone Lance Ulanoff, editor de PCMag.
Y replican que ese es el espíritu de Twitter. Aumentar o recortar su caudal sería traicionar su esencia. “Lo cierto que el límite impuesto le resulta cómodo a una gran cantidad de usuarios que ven como algo positivo una frontera para su escritura” dice Ulanoff.
Con cierta sorna, aquellos que flamean las banderas de 280 caracteres, manifiestan que no todos son poetas que invocan un dístico elegíaco para componer sus estrofas. Y remarcan que es poco probable armar un discurso coherente con tan pocos elementos a favor. En cambio, esta economía se presta a la descalificación, al ataque y la desmesura.
Del otro lado manifiestan que la función de Twitter no es la discusión, ya que no fue creado para tal fin. “La gente usa el e-mail, los foros, o el chat para polemizar”.
Quienes apuestan por el cambio sostienen que desde que Twitter convirtió las réplicas entre usuarios en el motor de su servicio, no volvió a realizar ninguna mejora en el sistema de conversaciones.
Para Pauld Waldman de la revista The American Prospect, el problema se hace notar en los diálogos. “Si la intención es que otros puedan seguir el hilo, lo indicado es citar la última respuesta. La contrariedad es que al hacerlo, ya no queda espacio para desarrollar una contestación”.
Los refutadotes testifican que las conversaciones tampoco entran en el registro de Twitter, ya que son muy difíciles de seguir y contribuyen al desorden. Además, lo hacen menos útil.
Como expone Clinton Stark de la revista Stark Insider “la lógica de Twitter es distinta al resto. Se basa en mensajes cortos y respuestas concisas. Alguien postea y otro le responde”. Así, se arma la cadena que le otorga sentido a esta red. Y no siempre hace falta saber con exactitud cual es el origen de la discusión, basta con una noción de lo que se está hablando.
Fuente: iEco.clarin.com